La
reencarnación del Buda
He tenidos varios trabajos en mi carrera
laboral, repartidor de pólizas de seguros, vendedor de celulares, en un ciber
café, en un laboratorio agrícola que por poco hago explotar,
en una fábrica de fideos y galletitas, operador telefónico de una remisera,
profesor de inglés…pero sin lugar a dudas la que más llegué a detestar fue la
de animador de fiestas infantiles. Mientras estaba en un laburo previo, el cual
yo creía estable, compré una moto, de la cual algunos pagos debían ser en
cuotas mensuales, al segundo mes me echaron y debí hacer lo que fuera por
terminar de pagarla, y eso incluía la animación.
Cuando comencé supuestamente era para
ayudar con el traslado y armado de los castillos inflables que eran por demás
pesados y voluminosos, luego la tarea fue mutando y debía realizar diversas
tareas, pasar música, mantenimiento del salón de fiestas, maquillaje artístico
a los nenes, globología (hacer perritos y pavadas con esos globos largos y
delgados), y lo peor de todo, disfrazarse. Fue durante una tarde de verano que
la historia que voy a contarles tuvo lugar, quizás algunos no la crean, pero
puedo asegurarles que fue cierta.
Era una gran fiesta de cumpleaños para un
niño pudiente, en una quinta con pileta y un enorme parque, contrataron el
servicio completo, por lo que nos presentamos allí con tres castillos
inflables, un payaso, música, maquillaje, un dibujante que realizaba
caricaturas de los invitados, comida, torta, etc. Luego de armar todo y
transpirar como negro bajo el inclemente sol, llegó el momento más humillante,
el de disfrazarme de Barnie (para los que no están familiarizados es un
dinosaurio violeta). Con el traje encima, que parecía pesar una tonelada con
los treinta y cinco grados de temperatura, y la cabeza gigante hecha de goma
espuma, debía bailar un rato mientras realizaba algunas figuras con globos, el
problema fue que la edad de los niños era mixta, había desde los tres o cuatro,
hasta algunos de once, siendo estos unos pequeños salvajes, la piel de Judas
diría la maestra de música Olga que teníamos en la primaria.
Mientras bailaba como un idiota, al ritmo
de la pedorrisima música infantil, intentaba entretener a los más chiquitos,
mientras los salvajes mayores me pateaban los tobillos, me empujaban,
tironeaban del traje… -¡Vos sos el que estaba recién fumando en la puerta!-
gritaban algunos empeñados en desbaratar los pequeños vestigios de magia que
podían ver los bebés en ese horrible, sucio, manchado y zurcido traje de
dinosaurio. Afortunadamente, de forma disimulada pude devolverles algunos
golpes sin que los padres pudieran notarlo, algún que otro cachetazo en la
nuca, nada criminal. Afortunadamente toda tortura llega a su fin, cerca de una
hora después, luego de perder cerca de un kilo de sudor, y casi el conocimiento
también, pude dar por finalizada mi función, detrás de unos arbustos me quité
el traje y recuperé la identidad. Sin poder irme, ya que debía plegar y cargar
los inflables luego de finalizada la fiesta,
me quité el disfraz y salí a la calle con una botella de agua llenada de
la canilla, caliente (los padres del cumpleañero eran muy ratas y miserables,
no convidaban ni un vaso de gaseosa siquiera), sentado en el cordón de la
vereda sacie parcialmente mi sed, y me prendí un pucho a la sombra de un árbol.
-Tomá pibe.- Me llamó la atención una mano
con una cerveza fría, parecía ser una aparición divina, luego de tanto
sacrificio finalmente una pequeña recompensa. – Estuviste bien ahí adentro del
disfraz recién, te bancaste a esos pendejos insoportables y te aguantaste todo,
la verdad respeto mucho tu actitud pibe.- El que me hablaba no era un tipo de
cincuenta años, era el dueño del cumpleaños, ¡un niño de nueve años! Por lo que
me parecía por demás extraño que me llamara pibe a mí. Llevaba pantalones
cortos, y sus delgadas rodillas percudidas de jugar al futbol parecían
endebles.
- Mis viejos son bastante ratas, me
disculpo por ellos, pero a pesar de ello no son malas personas, una vez que los
conoces son muy buena gente, a veces me avergüenza el hecho de que sean tan
amarretes, pero supongo que es normal que nuestros viejos nos avergüencen de
vez en cuando, o que no sean perfectos. ¿Debería hacer un calor bárbaro dentro
de Barney no? Yo en una época laburaba en una fábrica de muebles ¡Lo que
transpirábamos en ese galpón! Por eso mismo es que aprecio tu laburo, porque
entiendo el sacrificio y el sufrimiento, mis viejos nacieron con guita y asi
morirán, por eso no saben lo que es apreciar el trabajo de los demás, ellos,
como toda persona de plata piensan que los demás están solo para servirlos, que
son todos empleados de ellos, nunca un agradecimiento al jardinero, nunca un
reconocimiento a la niñera, jamás una felicitación.- Me llamaba por demás la
atención que un pibe de nueve años, con un conejo de caricatura en la remera,
me estuviera hablando de trabajar en una fábrica, o que pudiera cuestionar con
tan temprana edad el comportamiento de sus padres, y aparentemente lo expresaba
en mi rostro, ya que sin que yo le dijera el nene aclaró mis dudas.
-Mirá, yo te voy a contar algo, y espero
que quede entre nosotros, yo sé que vos vas a guardar mi secreto. Yo tengo
el…defecto o la virtud, no sabría cómo llamarlo… la rareza ponele, de recordar
mis vidas pasadas. No recuerdo todas mis reencarnaciones, de algunas recuerdo
fragmentos, de otras nada, las que más tengo en la memoria son las últimas dos
o tres. Todos dicen que en una vida pasada fueron Napoleón, o la princesa de
Rusia, o un duque o un gran atleta… yo fui bancario, fabricante de muebles, y
albañil, nada del otro mundo, pero te aseguro que labure mucho, y te puedo
asegurar que no sirve para una mierda. Si no haces nada alguien siempre te va a
facilitar las cosas, o el gobierno te da un subsidio de desempleo, o la gente
te da cosas, te dan comida… hay comedores, y organizaciones que ayudan a los
carenciados…hacete artesano, vende collares y pulseritas, los hippies no tienen
ningún drama con el dólar paralelo, el precio de la soja, el petróleo, el
riesgo país, la inflación, la crisis mundial, viven felices sin que nada les
importe un pomo. Cuando cumplís sesenta y finalmente podes jubilarte ya sos
demasiado viejo para disfrutarlo, y la vida se te va en un suspiro, un tercio
de la vida desperdicias en el laburo, ¿y a cambio de qué? Un día cierra el
banco y te echan a la mierda, les importás un comino. Anda flaco, raja de acá y
disfruta la vida, anda a tocarle el culo a las chicas, a tocar timbre y salir
corriendo, a patear tachos de basura, a jugar a la pelota, a disfrutar mientras
puedas.- Gesticulaba mucho con sus pequeños brazos, que parecían de juguete por
lo delgados, los sacudía con fuerza señalando el horizonte.
- ¡Lo que me estás diciendo es
impresionante! ¿Porque no salís a contar tu historia al mundo? Ayudarías a
millones de personas, le darías esperanza a los enfermos del mundo, saber que
existe la reencarnación resolvería la pregunta existencial máxima, la religión
tendría al fin sentido, el vacío interior se llenaría en cada uno de las
personas, la angustia eterna al más allá dejaría de pesar en la conciencia de
los humanos, cambiarias el mundo…-
-Pará, pará, pará… primero que nadie va a
creerme, ya hay decenas de personas expresando lo mismo que yo en internet y
nadie les da bola, ¡vos ni sabés que existen! Y segundo, yo a pesar de todas
las cosas que fui, también fui hijo, y fui padre. Se lo que se siente perder a
un hijo, y no quiero quitarles a mis viejos la felicidad diaria de ser padres,
no podría hacerles eso. Además…así estoy fenómeno, me tratan como un rey, me
malcrían… ¡y encima tengo una niñera que no sabés lo que está!- Hizo unos
gestos por demás evidentes, señalando los abultados atributos físicos de la
joven. Dándome una palmada en el hombro, cambió de tema. -¿Querés otra cerveza?
Te traigo si queres…-
-No, gracias. Ya hiciste demasiado por mí.-
Le devolví el envase vacío y me fui, caminando por la sombra. Que junte Magoya
los castillos inflables, y la próxima que se disfrace otro de Barney, yo por mi
parte, voy a disfrutar de la vida.
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