viernes, 6 de junio de 2014

La reencarnación del Buda (texto)

La reencarnación del Buda

He tenidos varios trabajos en mi carrera laboral, repartidor de pólizas de seguros, vendedor de celulares, en un ciber café, en un laboratorio agrícola que por poco hago explotar, en una fábrica de fideos y galletitas, operador telefónico de una remisera, profesor de inglés…pero sin lugar a dudas la que más llegué a detestar fue la de animador de fiestas infantiles. Mientras estaba en un laburo previo, el cual yo creía estable, compré una moto, de la cual algunos pagos debían ser en cuotas mensuales, al segundo mes me echaron y debí hacer lo que fuera por terminar de pagarla, y eso incluía la animación.
Cuando comencé supuestamente era para ayudar con el traslado y armado de los castillos inflables que eran por demás pesados y voluminosos, luego la tarea fue mutando y debía realizar diversas tareas, pasar música, mantenimiento del salón de fiestas, maquillaje artístico a los nenes, globología (hacer perritos y pavadas con esos globos largos y delgados), y lo peor de todo, disfrazarse. Fue durante una tarde de verano que la historia que voy a contarles tuvo lugar, quizás algunos no la crean, pero puedo asegurarles que fue cierta.
Era una gran fiesta de cumpleaños para un niño pudiente, en una quinta con pileta y un enorme parque, contrataron el servicio completo, por lo que nos presentamos allí con tres castillos inflables, un payaso, música, maquillaje, un dibujante que realizaba caricaturas de los invitados, comida, torta, etc. Luego de armar todo y transpirar como negro bajo el inclemente sol, llegó el momento más humillante, el de disfrazarme de Barnie (para los que no están familiarizados es un dinosaurio violeta). Con el traje encima, que parecía pesar una tonelada con los treinta y cinco grados de temperatura, y la cabeza gigante hecha de goma espuma, debía bailar un rato mientras realizaba algunas figuras con globos, el problema fue que la edad de los niños era mixta, había desde los tres o cuatro, hasta algunos de once, siendo estos unos pequeños salvajes, la piel de Judas diría la maestra de música Olga que teníamos en la primaria.
Mientras bailaba como un idiota, al ritmo de la pedorrisima música infantil, intentaba entretener a los más chiquitos, mientras los salvajes mayores me pateaban los tobillos, me empujaban, tironeaban del traje… -¡Vos sos el que estaba recién fumando en la puerta!- gritaban algunos empeñados en desbaratar los pequeños vestigios de magia que podían ver los bebés en ese horrible, sucio, manchado y zurcido traje de dinosaurio. Afortunadamente, de forma disimulada pude devolverles algunos golpes sin que los padres pudieran notarlo, algún que otro cachetazo en la nuca, nada criminal. Afortunadamente toda tortura llega a su fin, cerca de una hora después, luego de perder cerca de un kilo de sudor, y casi el conocimiento también, pude dar por finalizada mi función, detrás de unos arbustos me quité el traje y recuperé la identidad. Sin poder irme, ya que debía plegar y cargar los inflables luego de finalizada la fiesta,  me quité el disfraz y salí a la calle con una botella de agua llenada de la canilla, caliente (los padres del cumpleañero eran muy ratas y miserables, no convidaban ni un vaso de gaseosa siquiera), sentado en el cordón de la vereda sacie parcialmente mi sed, y me prendí un pucho a la sombra de un árbol.
-Tomá pibe.- Me llamó la atención una mano con una cerveza fría, parecía ser una aparición divina, luego de tanto sacrificio finalmente una pequeña recompensa. – Estuviste bien ahí adentro del disfraz recién, te bancaste a esos pendejos insoportables y te aguantaste todo, la verdad respeto mucho tu actitud pibe.- El que me hablaba no era un tipo de cincuenta años, era el dueño del cumpleaños, ¡un niño de nueve años! Por lo que me parecía por demás extraño que me llamara pibe a mí. Llevaba pantalones cortos, y sus delgadas rodillas percudidas de jugar al futbol parecían endebles.
- Mis viejos son bastante ratas, me disculpo por ellos, pero a pesar de ello no son malas personas, una vez que los conoces son muy buena gente, a veces me avergüenza el hecho de que sean tan amarretes, pero supongo que es normal que nuestros viejos nos avergüencen de vez en cuando, o que no sean perfectos. ¿Debería hacer un calor bárbaro dentro de Barney no? Yo en una época laburaba en una fábrica de muebles ¡Lo que transpirábamos en ese galpón! Por eso mismo es que aprecio tu laburo, porque entiendo el sacrificio y el sufrimiento, mis viejos nacieron con guita y asi morirán, por eso no saben lo que es apreciar el trabajo de los demás, ellos, como toda persona de plata piensan que los demás están solo para servirlos, que son todos empleados de ellos, nunca un agradecimiento al jardinero, nunca un reconocimiento a la niñera, jamás una felicitación.- Me llamaba por demás la atención que un pibe de nueve años, con un conejo de caricatura en la remera, me estuviera hablando de trabajar en una fábrica, o que pudiera cuestionar con tan temprana edad el comportamiento de sus padres, y aparentemente lo expresaba en mi rostro, ya que sin que yo le dijera el nene aclaró mis dudas.
-Mirá, yo te voy a contar algo, y espero que quede entre nosotros, yo sé que vos vas a guardar mi secreto. Yo tengo el…defecto o la virtud, no sabría cómo llamarlo… la rareza ponele, de recordar mis vidas pasadas. No recuerdo todas mis reencarnaciones, de algunas recuerdo fragmentos, de otras nada, las que más tengo en la memoria son las últimas dos o tres. Todos dicen que en una vida pasada fueron Napoleón, o la princesa de Rusia, o un duque o un gran atleta… yo fui bancario, fabricante de muebles, y albañil, nada del otro mundo, pero te aseguro que labure mucho, y te puedo asegurar que no sirve para una mierda. Si no haces nada alguien siempre te va a facilitar las cosas, o el gobierno te da un subsidio de desempleo, o la gente te da cosas, te dan comida… hay comedores, y organizaciones que ayudan a los carenciados…hacete artesano, vende collares y pulseritas, los hippies no tienen ningún drama con el dólar paralelo, el precio de la soja, el petróleo, el riesgo país, la inflación, la crisis mundial, viven felices sin que nada les importe un pomo. Cuando cumplís sesenta y finalmente podes jubilarte ya sos demasiado viejo para disfrutarlo, y la vida se te va en un suspiro, un tercio de la vida desperdicias en el laburo, ¿y a cambio de qué? Un día cierra el banco y te echan a la mierda, les importás un comino. Anda flaco, raja de acá y disfruta la vida, anda a tocarle el culo a las chicas, a tocar timbre y salir corriendo, a patear tachos de basura, a jugar a la pelota, a disfrutar mientras puedas.- Gesticulaba mucho con sus pequeños brazos, que parecían de juguete por lo delgados, los sacudía con fuerza señalando el horizonte.
- ¡Lo que me estás diciendo es impresionante! ¿Porque no salís a contar tu historia al mundo? Ayudarías a millones de personas, le darías esperanza a los enfermos del mundo, saber que existe la reencarnación resolvería la pregunta existencial máxima, la religión tendría al fin sentido, el vacío interior se llenaría en cada uno de las personas, la angustia eterna al más allá dejaría de pesar en la conciencia de los humanos, cambiarias el mundo…-
-Pará, pará, pará… primero que nadie va a creerme, ya hay decenas de personas expresando lo mismo que yo en internet y nadie les da bola, ¡vos ni sabés que existen! Y segundo, yo a pesar de todas las cosas que fui, también fui hijo, y fui padre. Se lo que se siente perder a un hijo, y no quiero quitarles a mis viejos la felicidad diaria de ser padres, no podría hacerles eso. Además…así estoy fenómeno, me tratan como un rey, me malcrían… ¡y encima tengo una niñera que no sabés lo que está!- Hizo unos gestos por demás evidentes, señalando los abultados atributos físicos de la joven. Dándome una palmada en el hombro, cambió de tema. -¿Querés otra cerveza? Te traigo si queres…-
-No, gracias. Ya hiciste demasiado por mí.- Le devolví el envase vacío y me fui, caminando por la sombra. Que junte Magoya los castillos inflables, y la próxima que se disfrace otro de Barney, yo por mi parte, voy a disfrutar de la vida.

Invitado en "Vivir con las palabras"





 Mariano Contrera asistió como invitado al programa radial de Ana María Pedernera y Paula Nicola. Bello momento en la radio FM Reencuentro. "Vivir con las palabras" los martes a las 21hs.