jueves, 14 de marzo de 2019

Borges y yo


Borges y yo
Jorge Luis Borges

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

(Extraído del libro "El Hacedor", Emecé, 1960)



Dentro de la historia borgeana, se pueden enumerar algunos datos:
Su primer texto publicado fue la traducción al español de “El príncipe feliz”, de Oscar Wilde. Fue en un periódico en 1910. Más tarde, en 1923, publicó Fervor de Buenos Aires, libro de poesía.

Borges no escribió novelas. Su padre, Jorge Guillermo Borges, sí lo hizo. El texto se llamó “El caudillo”. María Kodama, explicó que comenzó el borrador de un guion de cine sobre Venecia pero no continuó.

En 1944 publicó Ficciones. Se dividió en El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios. En este segundo incluyó el cuento El Sur, que se inspiró a partir de un accidente que sufrió en la Navidad de 1938, un golpe en la cabeza que casi le cuesta la vida.

Recibió varias distinciones: Premio del Fondo Nacional de las Artes, Premio Miguel de Cervantes, Doctorado honoris causa en prestigiosas universidades, entre otros. Sin embargo, no recibió el Premio Nobel. Aunque en 1966, la Sociedad Argentina de Escritores promovió su candidatura al galardón.

Borges quedó ciego como consecuencia de una enfermedad congénita, después de los 50 años. No le impidió continuar con sus actividades. En 1977 brindó una conferencia sobre la ceguera, en ese entonces todavía podía distinguir algunos colores. Rescató al amarillo: “Me ha sido siempre leal, me ha acompañado siempre”.

A 33 años de la muerte de Borges, los homenajes continúan. Escritores argentinos de la SADE lo celebrarán con una “gran suelta” de poemas.


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